Cuando nuestro clientes reciben nuestros productos después de haber hecho una compra, esperan que estos vengan completos y nuevos. Sin embargo puede suceder a veces que en nuestros productos viene pasajeros inesperados e indeseables, los contaminantes. Estos pueden ser desde pedazos de envoltura, rastros de producto con un mal acabado o inclusive el extremo de llegar a contener pedacería de alguna maquinaria averiada.
Es aquí donde involucramos las prácticas de inocuidad, las cuales, paso a paso, evitan que nuestros productos no lleguen al consumidor final conteniendo algún contaminante.
Buenas prácticas de inocuidad
Existen varias estrategia para evitar la contaminación en nuestros productos, y estas involucran a todas las partes de nuestra empresa.
Una de las prácticas más importantes es mantener la limpieza en nuestros equipos, máquinas e instalaciones en los que realicemos nuestra labor. Esto también involucra a nuestros empleados y proveedores, quienes manejan directamente los insumos que se utilizan en la cadena de producción.
El mantenimiento es otra parte clave para mantener la inocuidad, un aparato bien cuidado es una aparato que funciona bien al realizar su trabajo. No queremos que queme, rompa, deforme o viciar nuestros productos. Hay que tener mantenimientos preventivos que disminuyan el riesgo de mal funcionamiento.
Otro factor que podría pasar por alto es el de los insumos que nos entregan los proveedores, los cuales podrían estar mancillados con alguna impureza no detectable o pasado desapercibida durante el proceso de revisión de calidad.
En general, es importante que revises todos los procesos por los cuales tus productos se crean y transforman, ya que esto hace que disminuya las incidencias de contaminantes en el producto final que entregamos.
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